miércoles, 9 de septiembre de 2009

Chile, 11 de Septiembre de 1973.


Uno de los personajes que encabeza este escrito liquidó al otro. Si tiene usted un niño a mano pídale que lo identifique, casi seguro que no errará. Ocurrió un 11 de Septiembre de 1973 mientras me desriñonaba arrancando las habas de “Froilanín” junto al Ayuncar.
Salvador Allende contó con mi aprecio desde que comencé a saber de él en la prensa de la época. Será por la malsana propensión a inclinarme por los perdedores. Era yo muy joven y Chile estaba muy lejos, pero me producía una especial satisfacción que un gobierno democrático y popular le plantara cara a una oligarquía instalada en el poder desde la conquista. Claro que la alegría duró poco.
¿Cómo se derriba a un gobierno popular en un país donde el casi 100% de la tierra está en manos de un 3% de la población; donde la minería y las grandes industrias están en manos de multinacionales gringas? Es fácil. Se le asfixia económicamente hasta que el descontento sea tal que sus propios afines se vuelvan en contra. Se dota a grupos violentos con abundantes medios y armas para que siembren el terror en la calle. Se crea un clima social de desastre absoluto mediante huelgas, manifestaciones y algaradas callejeras. Finalmente se instiga a los militares para que solucionen ese caos y eliminen a los opositores.
Es sabido que el plan fue minuciosamente trazado desde USA por su entonces presidente Richard Nickson (alias “Ricardito el Mentiroso”), adyecto personaje que ya apuntaba maneras fascistoides cuando en los años cincuenta formó parte del tribunal que enjuició a varios artistas de Hollywood en la llamada “Caza de brujas” de la época de McCarthy. Respaldado e instigado por su no menos abyecto secretario de estado Henry Kissinger, paradójicamente con un flamante Nóbel de la Paz en sus vitrinas a pesar de los miles de muertos en su haber. Respaldado, instigado, maquinado y dirigido por el entonces embajador de USA en Chile, otro tipo repulsivo que sembró de horror y muerte todos los países de América Latina por donde pasó.
El plan fue finalmente perpetrado por el felón e infame militarote de mirada feroz y vocecita de eunuco Augusto Pinochet. El y sus conmilitones asesinaron a varios miles de chilenos, les expoliaron, robaron sus bienes e incluso se quedaron con los hijos de las mujeres embarazadas después de asesinarlas. Silenciaron las voces que reclamaban un reparto más equitativo de la riqueza social y pusieron en práctica la dudosas teorías socioeconómicas de la escuela de Chicago.
Han pasado treinta y seis años. Ha habido otros traumáticos 11 de septiembre, pero a mi me sigue doliendo Chile. Me sigue impresionando ver a Salvador Allende atacado por aviones y carros de combate. Me sigue conmoviendo escuchar “Te recuerdo Amanda”, canción de Víctor Jara a quien los milicos torturaron y cortaron las manos antes de asesinarle. Me sigue entristeciendo el compungido Rostro de Neruda viendo su casa y biblioteca asaltadas y quemadas por los militares
Fue Chile entero una “Santa María de Iquique”. Ganaron los de casi siempre. Los perdedores tal vez puedan depositar sus esperanzas en las palabras del último discurso de un hombre honesto que fue Salvador Allende:
“Colocado en el tránsito histórico, pagaré con mi vida la lealtad del pueblo y les digo que tengan la certeza de que la semilla que entregamos a la conciencia de miles de chilenos, no podrás ser cegada definitivamente. Sigan ustedes sabiendo que, mucho más temprano que tarde, se abrirán las grandes alamedas por donde pasará el hombre libre para construir una sociedad mejor. ¡Viva Chile! , ¡Viva el pueblo!, ¡Vivan los trabajadores! Éstas son mis últimas palabras, teniendo la certeza de que mi sacrificio no será en vano. Tengo la certeza de que, por lo menos, habrá una sanción moral que castigará la felonía, la cobardía y la traición.
A muchos les hubiera gustado que muriera batiéndose a tiro limpio, pero no lo hizo porque no era un hombre violento que quisiera hacer daño ni a sus propios enemigos. Después de ordenar a los pocos que quedaban a su lado para que depusieran las armas y salvaran sus vidas y ante la cercanía de las voces de los golpistas que le instaban a que se rindiese, se pegó dos tiros. Sus últimas palabras fueron: “Allende no se rinde, milicos de mierda”.



Chile 11 de Septiembre de 1973.

Tendría yo por entonces veinte años,
Una novia con cielo en la mirada,
Un futuro proyecto de futuro
Y un pasado de rezos y sotanas.

Allende era un político de izquierdas.
A Amanda recordaba Víctor Jara.
Neruda retirado en su Isla Negra
Sus versos y aventuras desgranaba.

Y de pronto llegaron los milicos
Con sus tanques, sus bombas y sus balas
Y sembraron de tumbas y de exilios
Las tierras de la esbelta araucana.

Rememoro aquel once de septiembre
Porque hay que recordar nombres y caras
De milicos traidores y felones
Y la sangre por ellos derramada.


Al para ver…

Les recomiendo que vean “La batalla de Chile”, un documental de Patricio Guzmán (está en la red) que debería proyectarse en las clases de historia de los institutos por aquello de que vale más una imagen…

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Me parece muy bien este articulo que as escrito.Yo no entiendo mucho de ello,pero me a gustado leerlo.Sige escriviendo que a tus seguidores nos gusta,leer tus articulos.UN SALUDO

Anónimo dijo...

SE TE ACABO LA PILA.ANIMO SIGUE ESCRIVIENDO,QUE LO HACAS MUY BIEN.ADELANTE,NUEVO ARTICULO A LA VISTA.LO ESPERAMOS.