jueves, 15 de enero de 2009

ECOCOMUNISTAS.


No hace mucho un ex presidente de gobierno de España -si, ése que es muy amigo del ex jefe del imperio- dijo que “los ecologistas son los nuevos comunistas”. Hay quien no puede vivir sin un enemigo, real o inventado, a quien odiar.

Según la teoría de nuestro ínclito ex presidente la gente de esta villa ha sido tozudamente comunista, y ellos sin saberlo, hasta hace no muchos años. Dejó de serlo durante unos pocos y ahora hay de nuevo peligro inminente de la vuelta de ecocomunistas. Puede que alguien piense que desvarío, pero he llegado a esta conclusión tras un sencillo análisis deductivo. Hasta bien entrados los años sesenta del pasado siglo esta villa gozaba de un frondoso monte bajo comunal poblado por robles y encinas que era cuidado con mimo por los vecinos representados por la Junta Vecinal que funcionaba democráticamente a través de los Concejos públicos y rigiéndose por el derecho consuetudinario o costumbre. El monte era lugar de pasto para el ganado y casi la única fuente de energía que abastecía a los vecinos de la madera necesaria para no quedarse tiesos en invierno y cocinar durante todo el año. Tenía, y tiene, Villadangos dos o tres valles u hondonadas verdes y muy divididas en pequeñas huertas o prados que estaban valladas por setos naturales formados por chopos, salgueros, zarzas, agabanzos, endrinos, ciruelos silvestres etc. Las lindes entre las huertas eran comunes a los vecinos colindantes que de común acuerdo se repartían la plantación o reparación del seto o cierro.

Los árboles y arbustos que crecían en la linde eran respetados y mimados porque cumplían a la vez varias funciones: dividían y cerraban las pardelas impidiendo que el ganado pasara de unas a otras no habiendo de esta forma necesidad de guardián; eran almacén de madera (chopos); eran fuente de materia prima para cestas y carriegos (varas de las paleras); protegían al ganado de los rigores del estío etc. Y lo que era muy importante, aunque pasara desapercibido, es que los cierros o setos naturales cumplían una función ecológica poco invisible, pero inestimable, cual era crear un micro ecosistema compuesto por aves, insectos, plantas y pequeños mamíferos que prosperaban a su abrigo creando un hervidero de vida.
En aquella comunidad de ecocomunistas se colaba a veces algún saboteador como fue el caso de un vecino que tenia una huerta colindante con una de mi padre. Como era costumbre convinieron dividirse la linde para que cada uno cerrara una parte y plantara sus chopos. Así lo hicieron. Llegó la primavera y mi padre veía como los chopos del vecino prosperan con sus verdes y trémulas hojas al viento mientras que los suyos no terminaban de arrancar y estaban medio secos. El misterio se resolvió el día que mi padre pescó al vecino in fraganti y muy atareado moviendo los jóvenes chopos para impedir su enraizamiento. Como es de suponer mi padre intentó agarrar a aquel hijo de Caín para darle una lección de hostiología, pero el arboricida era entonces un chaval muy joven y ágil, así que temiendo por su integridad física hizo los mil metros cierro más rápidos de la historia hasta perderse al final de las huertas. De aquella se salvó de que mi padre le partiera el cráneo y por ahí anda aún este meneador de chopos.

Con la llegada del agua abundante, la industrialización del campo y la desaparición de los animales domésticos las huertas y prados dejaron de cumplir su función y los vecinos dejaron de ser ecocomunistas. Tanto es así que por poner un árbol en la linde algunos se sentían, y se sienten, tan molestos que hasta acuden al juzgado de guardia. Las huertas y prados están abandonados y han perdido la mayoría de los setos divisorios junto con la fauna y flora que se cobijaba a su abrigo. Como no son de utilidad inmediata nadie les presta atención y como son privados, las autoridades nada hacen para que la situación cambie. También el monte perdió su razón de ser y entre urbanización e industrialización no es ni sombra de lo que fue.

En el foro de ésta página han aparecido recientemente peligrosas voces de ecocomunistas dando la voz de alarma sobre la escasez de árboles en estos páramos. He aquí otra vez a esos desaprensivos que quieren ecocomunizar el pueblo. He aquí a esos insumisos disidentes que les da por pensar que la tierra es un pequeño planeta frágil y hermoso del que sólo somos temporales y efímeros pasajeros junto con animales y plantas. Hay que terminar con esos tendenciosos ecocomunistas que atentan contra el “progreso” con tan peligrosas intenciones.


Cuando ya sea polvo.

Cuando ya sea polvo,
cuando sea fermento
cuando las bacterias
tapicen mi cuerpo
y sirva de festín postrero
a una abigarrada masa
de hambrientos insectos...
Plantad sobre lo que quede un árbol
que mire hacia el cielo
y con sus raíces abrace mis huesos.
Que los minerales,
que un día fueron músculo,
sangre y esqueleto
trasmuten en ramas,
hojas y fruteros.
Que avance la vida
en nuevos proyectos,
que siga el misterio.


Algo para leer…

15.- Cuantos de la Alhambra de Whashinton Irving.- Hace mil años que lo leí y me dejó un dulce recuerdo.

16.- Cuentos de Edgar Alan Poe.- Para disfrutar y pasar mucho miedo. Cualquier lectura de este autor es buena, a mi me gustó mucho su novela “Las aventuras de Arthur Gordon Pym”.

17.- El último mohicano de James Fenimore Cooper.- Un clásico de indios y blancos en la lucha por el territorio.

18.- Lolita de Vladimir Nabokov.- Que maravillosamente pérfida puede ser una adolescente que a la vez que chupa chocolatinas está pidiendo guerra al pobre profesor de literatura ya maduro que llega a matar por ella.

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