jueves, 18 de diciembre de 2008

El Condón





Dos adolescentes entran en una tienda de esas en las que se vende de todo. Se plantan indecisos ante el mostrador y el propietario les pregunta a ver que es lo que quieren. Los chicos se miran entre si y se quedan como alelados. Se suceden unos segundos de tenso silencio ante la mirada interrogante del propietario. Los chicos están nerviosos y sudan. Unos de ellos dice de repente: “Dénos unos caramelos”. Entra un nuevo cliente, pero los muchachos siguen merodeando por la tienda. Cuando el cliente se va, el propietario les vuelve a preguntar si desean alguna cosa más. La pregunta les deja medio paralizados hasta que unos de ellos dice: “Dénos un helado de nata”. Los dos salen de la tienda con su cucurucho en la mano, pero sin aquello que en realidad habían ido a buscar: un condón. La escena, más o menos, es de una hermosa película titulada “Verano del 42”.

Escenas como esta o más chuscas habrán pasado cientos de veces, incluso es posible que nos hayan sucedido a nosotros. A la gente de mi generación, años cincuenta del pasado siglo, pedir un condón (prefiero llamarlo así a profiláctico o preservativo) en una farmacia aún nos resulta incomodo, porque esta goma no se utiliza precisamente para hacer tirachinas y la carga de una mala o nula educación sexual sigue pasando factura. Había farmacias donde a la petición de tal artilugio para echar un polvo te miraban como si pidieras la herramienta para atracar un banco.

Los adolescentes de ahora tienen la suerte de tener más información y se supone que también más formación. Creo que incluso tienen una clase de formación sexual en los colegios donde se les explica como se utiliza este derivado del caucho. Naturalmente mucho mejor que los que tuvimos que aprenderlo a través de cuchicheos maliciosos y sórdidas conversaciones. El oscurantismo era muy oscuro y el tabú sobre todo lo que tuviera que ver con las relaciones sexuales era tabú de los gordos. Los chavales de los pueblos estábamos muy limitados por vivir prácticamente aislados y el acceso a cualquier tipo de información era casi nulo y cuando llegaba estaba muy deformado. A cambio teníamos una formación sobre la sexualidad muy práctica y que no nos podían hurtar, porque a ver quien nos impedía que viéramos follar a los perros o contemplar con curiosidad como el marón se trajinaba a las ovejas del rebaño.

Hasta los años setenta apenas había información escrita sobre educación sexual. Lo poco que sabíamos era de oídas y digamos que de fuentes poco fiables. El primer libro que cayo en mis manos siendo aún preadolescente sobre este tema se titulaba “El libro de la joven”, también existe “El libro del joven”, unos pestiños infectos y tendenciosos donde te pronosticaban que lo menos que te podía pasar si se te ocurría hacerte una manola es que se te cayera la pelila a cachos. La citada década trajo mucho destape cinematográfico y más y mejor información, aunque lograr condones en algunas farmacias, y ya no digo píldoras anticonceptivas, era poco menos que misión imposible. Todavía he visto en los años ochenta al trapichero cutre del mercadillo callejero ir publicitando su mercancía de venta de gomas al grito de: “P’al catarro; p’a la tos ferina; pal lío, tío.”

Hace unos años el ministerio de turno hizo una campaña informativa sobre la utilización de los condones para evitar enfermedades de transmisión sexual o prevenir embarazos no deseados. Los de siempre dijeron lo de siempre: que si era inmoral, que era animar a la promiscuidad sexual etc. Ahora estamos en una nueva campaña para animar al personal a que utilice el condón en sus relaciones sexuales, campaña que han hecho al ritmo de la antimúsica. Aquí les brindo un sencillo eslogan, pero a ser posible con otra música: “ante un posible calentón, lleva contigo un condón”. Y es que ahora, sin tanta represión religiosa y presión social, los chavales follan cuanto y cuando quieren, y hacen bien, pero lo hacen “a pelo” y eso ya no está tan bien, porque trae como consecuencia muchos embarazos no deseados. Uno se queda con cara de pasmo cuando se entera de que hay tanta adolescente preñada. Las conclusiones a sacar son sencillas: o son tontas, o están mal informadas o las dos cosas a la vez, porque lo que son medios e información sobra. Lo que puede que falte es formación.

Si alguna vez voy por la farmacia de Pili y me ve que dudo en el pedido, que me sonrojo y que al final le pido unos caramelos para la tos o unas tiritas, que no piense que lo que quiero son condones, lo que en realidad voy a buscar es viagra.







EL CONDÓN.

Colócate un condón, dulce amor mío,
Y enfúndate la picha toda entera.
Comprende que yo amarte así prefiera
Sin que ambos nos metamos en un lío.

Del coitus interruptus no me fío;
Acepta, por favor, que sea sincera,
Que una vez que está el gato en la gatera
Le cuesta controlar su desvarío.

Piensa que ya tenemos tres llorones,
En lo duro que está ganar la vida,
En el chancro, la sífilis, el sida...

¡Ay, por Dios, corazón, como me pones!
Noto que tu pirula está sudando;
De nuevo sin condón me estás follando.



Algo para leer….

11.- El retrato de Dorian Gray de Oscar Wilde. Que historias cuenta este pedazo de maricón.

12.- Moby Dick de Hermann Melville.- Llegarás a amar a la ballena y a odiar al capitán Ahad.

13.- Las aventuras de Huckleberry Finn de Mark Twain.- Una maravilla que engancha desde el primer momento. Las aventuras de Tom Sawyer, su obra más conocida es también apasionante.

14.- Hojas de hierba de Walt Whitman.- Son poemas que no se han de leer de una tacada sino de vez en cuando y sin avergonzarse de ir entresacando de entre tanta hierba.

sábado, 15 de noviembre de 2008

CICERONES.




Ahora el camino de Santiago es una ruta para viandantes frecuentada en cualquier época del año. Avanzada la mitad del pasado siglo lo transitaban pocos y únicamente en verano. Nuestra villa era solo un lugar de paso, pero mira por donde a un matrimonio alemán se les antojó visitar la iglesia y allí estaba mi padre haciendo de cicerone. No tengo ni la más remota idea de lo que les contó, porque mi padre sabía de arte lo mismo que yo de astrofísica, pero los germanos debieron de quedar contentos porque me atizaron cinco duros de propina (de los de entonces) que fue de los primeros dineros que gané por hacer nada.

A lo largo de mi vida he visitado esos lugares donde un guía o cicerone entra en los detalles de su lugar de custodia y, la verdad, me he encontrado de todo. Cuando viví en San Millán de la Cogolla (Logroño) visitaba con mis compañeros al guardia que custodiaba el monasterio de Suso. Todo un personaje llamado Tarsicio Lejarraga. Escuchaba medio pasmado el entusiasmo con que aquel hombre transmitía la historia y vida de aquellas cuatro piedras y era una delicia oírle recitar los poemas de Gonzalo de Berceo. Hablaba con el entusiasmo del que está identificado con el lugar milenario que guardaba y enseñaba. Para tratarse de un campesino autodidacto era un fuera de serie. Cierto que citaba mucho a Fray Justo Pérez de Urbel, un defensor convencido de los crímenes de la cruzada fascistoide y prolífico autor de libros de historia con mucho amanuense negro de por medio. Quien quiera comprobarlo que se lea las memorias de “Cándido” (Carlos Luís Álvarez), periodista que le escribió el libro titulado Los Mártires de la Iglesia donde no solo plagió sin rubor a Tomás Borrás, autor de Checas de Madrid, sino que se inventó mártires y martirios. Pasó el “nihil obstat” como si nada y por ahí andan esos santos imaginarios en los altares con la firma de Fray Justo. Claro que por entonces ni Tarsicio ni yo conocíamos estos insignificantes detalles.

No hace mucho visité con el autor de esta página el monasterio de Santa María de Sandoval (Villaverde de Sandoval)). Cerca de Mansilla. Era en verano, casi medio día y aquello estaba desierto. Preguntamos a una indolente moza si podíamos visitarlo. Casi sin comentario comenzó a llamar a voz en grito “Abuela, abuelaaa…” Y por allí apareció una señora mayor apoyada en una cachaba, pequeña pero tiesa y con mucho brío. Era la Sra. Munda. Noventa primaveras a sus espaldas y otras tantas a la orilla de aquel monasterio que conocía mejor que cualquier conservacionista de nuestro patrimonio artístico y quería como si fuera su hijo. Noventa años y trasmitía el mismo entusiasmo que si lo estuviera enseñando a los primeros curiosos turistas. Una delicia de anciana cicerone.

La cruz de los cicerones me la encontré en el Monasterio de Moreruela (Zamora) Cuando llegué una tarde solo había unas vacas pastando en un prado vecino y un guardián manco y malencarado a quien le costó contestar al saludo de las buenas tardes. A aquel tipo le daba igual custodiar aquellas piedras centenarias, otrora llenas de vida y vidas, que un montón de morrillos.

En nuestra villa también tenemos cicerone para enseñar la iglesia. Es Benito (“Potencias”). Creo que hasta lo hace gratis. Y ya es raro, porque ahora si quieres visitar cualquier iglesia te tienes que rascar el bolsillo. Sin ir más lejos este verano en un paseo matutino por Astorga quise visitar la catedral. Estaba cerrada a cal y canto. Parece ser que solo está abierta en las horas de culto y a esas horas hay que andar de puntillas. A lo más interesante, su coro, está prohibido el paso. Será que no quieren que la gente curiosee en las misericordias hasta dar con esa donde hay una pareja (el y ella) en plan 69. No sé como se defenderá Benito con su charla sobre la iglesia de nuestra villa, pues ya es difícil sacarle el jugo a algo que lo único que tiene de interesante es el atrio, los bajorrelieves de una inexistente batalla en la puerta que la franquea y un retablo churri pero que muy churrigueresco con el Matamoros en el centro cortando cabezas a troche y moche. Con idea de incrementar las visitas, y ya que no tenemos coro con misericordias, a lo mejor no vendría mal colocar una pareja esculpida en pleno acto fornicatorio el altar de la Purísima, por ejemplo. Teniendo en cuenta que en el altar mayor está Santiago segando cabezas las dos estampas no desentonarían si se considera que Eros y tánatos son dos obsesiones vitales que se complementan.



Algunos libros para leer….

7.- Ulises de James Joyce.- Es una putada recomendar este libro nada fácil de leer, pero hay que leerlo. Menos complicada es Dublineses.

8.- Los Viajes de Gulliver de Jonathan Swift.- Siempre de actualidad. Una delicia para niños y adultos.

9.- El Corazón de las tinieblas de Joseph Conrad. Asfixiante.

10.- Cumbres borrascosas de Emily Borontë. Autora de una sola novela, creo, pero un novelón.

domingo, 26 de octubre de 2008

CITAS CON LAPARCA

Fui durante un tiempo monaguillo y no me pareció que fuera un chollo. Cierto que se tenían algunas ventajas como las exiguas propinas, afanarle al cura algunos tragos de vino sacro, caramelos extras en bodas y bautizos…; pero eran más los inconvenientes, a saber: madrugones, asistencias obligatorias a los tediosos oficios religiosos, un inusitado esfuerzo por parecer un niño ejemplar y sobre todo las tragaderas que había que tener para aguantar a aquel caprichoso cura a quien motejábamos como “Colasín”.
Ser monaguillo significaba convertirse en protagonista involuntario de algunos eventos notables como bautizos, bodas y entierros. Los niños no suelen acudir a los entierros. Los adultos tratan de evitar que incluso los infantes más cercanos del difunto acudan a acompañarlo al último viaje, pero si eras monaguillo no te podías librar y allí estabas, en primera fila a pié de tumba, con el incensario o el hisopo preparado para su empleo por el cura en el momento preciso o con el bonete vuelto al revés para que los deudos aflojaran el bolsillo mientras Don José desgranaba padrenuestros.
Durante los años de mi infancia vi de cerca la muerte con frecuencia y, aunque no me familiaricé con ella, siempre me pareció que no se fijaba en mí porque tenía esa falsa percepción de que siempre se mueren los demás. Pero ha habido dos entierros que me dejaron más huella. Era hermosa la tarde de aquel día en que enterramos a Eulogio que era un joven maquinista de RENFE y que murió como consecuencia de un accidente ferroviario. Creo que estaba casado con una de las hijas del tío Esteban (“Vinagre”), quien tenía una pequeña industria de manufactura de paja en la estación. En el sepelio estaban desde el más grande al más chico de la desolada familia. El bonete del cura casi rebosó entre calderilla y papel. “Colasín” no dejo de entonar paternóster mientras duró la generosidad de la acomodada familia.
El día que enterramos al suegro de Jaimito, ya también fallecido, soplaba un viento de cierzo con intensas rachas de lluvia. La tumba, cavada en la tierra viva, tenía más de un palmo de agua y el ataúd casi flotaba en aquel amasijo de agua y barro. Todos los sepelios parecen largos, al único al que no se le hacen largos es al difunto, pero aquel parecía interminable y el cortejo fúnebre salió pitando antes de que el cura entonara el último de los escasos padrenuestros y unas ajadas flores quedaran de mala manera sobre el lomo de la tumba.
Nada tiene que ver el aséptico y marmóreo cementerio actual con el de mis años de monaguillo. Nada queda de aquellas tumbas cavadas en la tierra y ornamentadas con una cruz de hierro o cemento que ha borrado el tiempo y el olvido. Tina (“La Gallinera”), sabiendo que tenía ya los días contados, nos instaba a los más allegados para que no nos olvidáramos de llevarle flores a la tumba. No se si las flores le importaban mucho, tal vez lo que temía era caer en el olvido, porque si duro es aceptar la muerte física es más duro aceptar que nadie te recuerde, lo cual suele suceder unas décadas después del óbito. De vez en cuando cumplo con el deseo de mi prima, aunque el rito de las flores siempre me ha parecido más una vanidad de los vivos que un homenaje a los muertos. A mis posibles deudos ya les he advertido de que cuando llegue el momento nada de flores, aunque me temo que mi deseo no será tenido en cuenta porque “muérete y verás”. Y mientras llega el inevitable momento sigo las recomendaciones del poeta latino Horacio y procuro disfrutar del “carpe diem” y ya de paso me consuelo riendo con la ocurrencia de aquel cachondo que decía que para los hombres la muerte es el estado ideal porque primero se te pone todo tieso y luego empieza el polvo eterno.


MORTAJA DESNUDA.

No deseo flores lacias en la caja,
Morada de mi último paseo.
Fuera cualquier ramajo tosco y feo
Con trenzados de plástico o de paja.

Al diablo tanto ornato y zarandaja,
Tanto superfluo adorno fariseo.
Mesurado ha de ser el ajetreo
Donde pose desnuda mi mortaja.

Me basta un ramillete de ternura
Que quede fondeado como un pecio
Allí en el corazón de los que amé.

Aunque yo pudra ya en la sepultura,
Si estoy en su memoria y en su aprecio,
Sé que mientras vivan, viviré.



Algunos libros para leer…

2.- Poemas y Canciones de Bertolt Brecht.- Es fácil de leer, incluso para los que no gustan de leer poesía. El poema “Loa al estudio” merece ser leída a menudo.
3.- El Proceso de Franz Kafka.- Este debería ser de obligada lectura en la facultad de derecho y en todos los lugares donde hay burócratas. Del mismo autor La metamorfosis. No son de lectura fácil.
4.- El lobo estepario de Hermann Hesse.- Puede que sea un libro para adolescentes, pero si no lo eres también te va a resultar placentero.
5.- Aforismos de Lichtenberg.- Una delicia que ha de leerse en pequeñas dosis para no indigestarse de tantas reflexiones atinadas.
6.- Robinsón Crusoe de Daniel Defoe.- Un clásico para disfrutar. Y para pasárselo de rechupete Venturas y desventuras de la famosa Molly Flanders del mismo autor.

jueves, 2 de octubre de 2008


ALGO PARA LEER ANTES DE PALMARLA.

Mi madre era prácticamente analfabeta, no creo que supiera más allá de escribir su nombre y deletrearlo. Mi padre estaba mejor preparado. Su escritura era deficiente pero era un buen lector, de esos que son capaces de leer cualquier recorte de periódico atrasado si no tienen otra cosa mejor a mano. Claro que hablo de unos tiempos en que la gente de los pueblos de Castilla nos ocupábamos en la diaria tarea de poder sobrevivir y las inquietudes intelectuales eran poco menos que inexistentes. Solo con el estomago lleno se empieza a filosofar.
No recuerdo que en casa hubiera otros libros que los escolares que se resumían en la enciclopedia Álvarez y El Catón. Pero a mi padre le gustaba estar informado de lo que pasaba en el mundo, así que le pedía prestado el periódico a Belarmino, el padre de Salvador (“Doro”), que era algo así como “El Jefe de la Hermandad”, que era “a modo de” un sindicato de labradores desde el que el régimen dictatorial franquista ejercía el control entre los campesinos. Belarmino recibía gratuitamente el diario “El Alcázar” que venía a ser al régimen franquista lo que el Pravda al régimen soviético o el Granma al régimen cubano de Fidel Castro. Hasta finales de 1970 no existió en España prensa libre. Lo que más se parecía a una prensa libre era el ABC, conservador y monárquico y el “Ya” que era de los curas. Había uno especializado en crímenes y desastres que era “El Caso”. Todo lo demás era la llamada “prensa del movimiento”. Y en esta prensa se informaba (desinformaba) mi padre. Siempre lo he recordado con admiración porque en la década de los cincuenta y sesenta del pasado siglo no creo que hubiera mucha gente en los pueblos que leyera ni la prensa. Aunque el periódico cumplía la practica función de emplear sus hojas para envolver el bocadillo o limpiarse el culo. Entrados ya los setenta “Tararira” introdujo la lectura del “Proa”, ahora Diario de León, como un complemento del vermú. Vamos que no podemos presumir de ser un pueblo que sea aficionado a darse a la tarea intelectual. Se ve que las generaciones más jóvenes están mejor preparadas, aunque ciertamente han tenido más oportunidades e incentivos.
No creo que por el hecho de ser más lectores vayamos a ser más inteligentes ni mejores personas. El porcentaje de zoquetes es posible que permanezca siendo el mismo. Pero si creo que la lectura, incluso como mera forma de entretenimiento, puede darnos un poco de lustre e incluso abrirnos horizontes que inviten a hacer preguntas. Un humano preguntón es ya casi un medio filósofo y si no llega a tanto no será tan fácil de ser manipulado por ideas únicas, sean estas políticas, religiosas o ideológicas. Desde esta perspectiva es fácil de entender porque a las llamadas “fuerzas vivas” de cualquier régimen político nunca les ha interesado que el populacho se ilustre, podría abrirse la sesera de los interrogantes.
Durante años, que digo años, más bien siglos, funcionó bien un sistemático adoctrinamiento religioso dentro de un régimen político dictatorial y teocrático. Los escapes liberadores eran espectáculos lúdicos como las corridas de toros, el fútbol y poco más. Con el advenimiento de la democracia y una economía más allá de la precariedad también la gente de los pueblos ha tenido más oportunidades, pero me temo que el interés por alcanzar cierto lustre intelectual nos sitúe a varias décadas de nuestros vecinos europeos. La miseria económica, el oscurantismo religioso y unos regimenes políticos en las antípodas de cualquier libertad de pensamiento nos han convertido un pueblo gregario plagado de verdaderos zotes. En los momentos actuales más de la mitad de los españoles mayores de diez años confiesan no leer nunca un libro. Bien mirado esto es normal porque no se puede estar viendo esos estupendos programas de la tele como “El Gran Cretino” o “La isla de los babosos” y otros por el estilo y a la vez tener un libro en la mano. Lejos de mi querer poner remedio a tanta miseria que ya tengo suficiente con remediar la mía. No obstante si hubiere por ahí algún alma inquieta que se lo pase bien entreteniéndose en husmear en lo que otros han escrito y quiera darse un poco de lustre, por ahí le van algunas recomendaciones que coloco en mis lesturas favoritas.
En esta relación ni están todos los que son ni son todos los que están. Están por que al lector le dejaron más huella. Las buenas lecturas no se agotan con estas recomendaciones que no sigue ningún orden o lógica, como sería deseable, sino que está hecha un poco “a la que te parió” y que iré publicando poco a poco.

Ahí van los primeros: Algunos libros de LA BIBLIA. Recomiendo una buena versión. Ojo, huir de las biblias manipuladas, si es que no hay alguna que no lo esté. Aunque somos de cultura grecorromana, nuestra tradición religiosa es judeocristiana, si no se es creyente hay que leerse algunos libros de la Biblia y si se es razón de más:
.- El Génesis y el Éxodo: Porque contienen los mitos de la cultura religiosa judeocristiana.
.- Jueces y Reyes I y II: Porque cuentan parte de la historia del pueblo judío y nos dan respuestas a lo que sucede hoy en Palestina, varios cientos de años después.
.- Las narraciones de Rut, Tobías, Judit y Ester: Por la misma razón anterior y porque son divertidas e ilustrativas.
.- El Cantar de los Cantares: Porque es bello y lleno de sensual carnalidad, por mucho que la Iglesia Católica vea en ello no se que historia mística.
.- El libro de Los Proverbios: Para ver que el ser humano ha cambiado poco en la forma de ver algunas cosas, aunque hayan pasado miles de años.
.- El libro de Job: Para constatar que lo que no tenía precisamente era paciencia.
.-El Eclesiastés o libro de Qohelet (El predicador): Un agnóstico se cuela en la doctrina monoteísta.
.- El libro de la Sabiduría: Por algo se llamará así.
.- Del Nuevo testamento hay que leerse al menos uno de los sinópticos (Mateo, Marcos, Lucas o Juan).Los Hechos de los Apóstoles: Que nos dan idea de los orígenes del Cristianismo.Algunas de las cartas de San Pablo: recomiendo las escritas a Romanos y Corintios.Y por último el Apocalipsis de San Juan: Este mejor si se lee con un porrito en la mano o con cuarenta de fiebre.

lunes, 15 de septiembre de 2008

Plaza de la Constitución/De las Tapias

Fuiste orilla de laguna
Que “De la Puente” llamaban.
Amplio camino de tierra
Donde en tiempos de su infancia
Los muchachos de esta villa
Rompían las alparagatas
Zurrándole a la pelota
Entre boñigas de vaca.
Hoy tu nombre es la Ley Prima
Que nació consensuada
Entre las gentes diversas
Que habitan en nuestro mapa.
¡Como ha cambiado tu entorno!
¡Y cuanto ha cambiado España!
Mas los vecinos del pueblo
Con la sorna acostumbrada
Ya te han puesto el chusco mote
De “La Plaza de las Tapias”.
El apodo es un acierto
Si la tapia es la muralla
Tras la que el pueblo defienda,
Si es que fuera amenazada,
La Ley enseña y venero
De la plural democracia.

Plazas

Existen en los pueblos algunos lugares donde sus habitantes se reúnen con el propósito de verse, dejarse ver, charlar, chuismorrear, entretenerse con el juego. Esos lugares son la iglesia, los bares, la plaza… Cada uno tiene su momento y su rito, pero existe entre ellos dependencia que por razones del cambio social se han ido perdiendo en los últimos años. En nuestra villa existía, y aún existe, la costumbre de que la gente se pusiera su indumentaria mas elegante para la asistencia de la misa dominical a cuya salida se formaban corrillos para darle al paliqueen los aledaños de la iglesia. Las mujeres se suelen disgregar en grupos por las diferentes calles para ir a preparar el puchero, mientras que los hombres se van a tomar el aperitivo en los bares. Fue costumbre, ya perdida, que los mozos se reunieran los domingos por la mañana después de la ceremonia religiosa en la plaza para jugar a los bolos unos vinos que luego tomaban en casa de la tía Cesárea o de “Tararira”. Allí he visto ejercer su destreza con la media esfera de madera a Santiago “Bonito”, Jesús “Picholo”, Benito “Potencias” y a tantos otros que a puntaban a aquellos palitroques de madera con la obsesión de derribar al “miche” o palo más pequeño, lo que para mi constituía todo un misterio, tanto en la destreza en lanzar la bola como en la manera de puntuar.

La plaza era también el lugar de juego de toda la cabalaría y algunas veces era lugar de espectáculo, como cuando a alguien se le ocurrió hacer una representación al aire libre del nacimiento de Jesucristo con Reyes Magos incluidos. Que le pregunten a Máximo cuando se celebró el evento porque él representó al personaje de Herodes y desde entonces se quedó con el sambenito. O como aquel día después de la misa que nos dio un espectáculo “Barbaché, el hombre foca”. Un tipo alto y con una prominente barbilla que se ganaba la vida haciendo de su barbilla una peana con laque sujetaba en equilibrio lo que hiciera falta. Aquel campesino artista colocó una horca sobre su prominente mandíbula inferior y la izó en perfecto equilibrio, luego hizo lo mismo con un arado romano, a continuación con una vertedera de hierro, después elevó una silla ajustándola a su quijada por una sola pata y por último sentó a Miguel Cubillas, que por entonces era un chaval canijo, en la mismísima silla y lo izó en perfecto equilibrio por encima de su cabeza entre el pasmo y los aplausos de la gente.

Pero la funcionalidad de la plaza tenía su principal razón de ser en el baile de los domingos y festivos. Allí se reunía la juventud casadera y los menos mozos entre los que se encontraban los chavales y algunas madres de las mozas y otras mujeres ya mayores en plan carabina, bien formando corro bien sentadas cómodamente frente a la fachada de la casa de los “Zapateros”, mientras Fernando “Bailarín”,José “Chispa” ponían en el tocadiscos los éxitos del momento. ¡Cuantas vivencias encierra esta plaza!, que por cierto nunca tubo nombre. Con la construcción de la nueva casa consistorial igual les da por bautizarla.Ahora, ¡quien se lo iba a decir a esta villa!, hay dos plazas. La nueva lleva el nombre de “La Constitución y el sobrenombre de “La Plaza de las tapias” Polémico diseño el de esta plaza con el que no está de acuerdo todo el mundo, faltaría más. A mi no me disgusta aunque se podrían hacer algunas mejoras que hicieran más fácil el transito al viandante. A veces los arquitectos quieren lucirse tanto con los diseños y acabados estéticos que pasan por alto la simpleza de lo práctico.