lunes, 19 de abril de 2010

Historias Bíblicas


Conversaba no hace mucho sobre asuntos de fe y religion con una paisana de esta villa quien me confesaba, con cierta angustia, que su fe estaba basada en endebles costumbres y tradiciones imbuidas desde la infancia bien en el ámbito familiar, bien por las prédicas clericales a las que consideraba carentes de consistencia teológica. Admitía que por no leer no había leído ni la Biblia, fuente primigenia de la que bebe un cristiano y de la que emana su fe.

Hay que reconocer que en esto del conocimiento de la Biblia seguimos siendo los católicos españoles muy tradicionales y católicos, pero poco cristianos. Cualquier sectario protestante nos da en esta cuestión sopas con honda. No hace mucho y viajando en tren (léase Metro) me abordaron un par de mozalbetes muy bien maqueados y uniformados. No se si frecuentan los pueblos pero en la ciudad es muy habitual verlos. Son catequistas mormones Biblia en ristre. Suelen ir directos al grano con sus monsergas teológicas, pero como ya conozco sus trucos tomé la iniciativa en las preguntas. ¿Cuánto tiempo llevas en España? Seis meses. Su castellano era bastante decente. Necesitaría yo seis años para entenderme con el en inglés. ¿Te has echado novia? No, tengo novia en mi país. Vaya, se ve que el chico es fiel. ¿De donde eres? De Estados Unidos. Eso ya lo se, pero EE.UU. es muy grande. Soy de Utah ¿Sabes donde está? Si, tengo una idea aproximada. Estos usamericanos creen que somos tan ignorantes como ellos que se piensan que España está al sur de México. Ya han pasado cuatro estaciones y al tío le quedan dos para apearse. En un descuido me mete la cuña del rollo mormón. Le escucho educadamente y luego le pregunto si se cree todo esto “a pies juntillas”. Se queda como transpuesto. No entiende lo que significa la frase hecha. Saca una libretica del bolsillo de la camisa y allí, entre otros apuntes muy apretujados, copia la frase, me ruega que se la repita y de paso me pide que se la explique. Lo hago y, mientras, llegamos a la estación donde se tiene que apear. Se despide con educada cortesía mientras me entrega una tarjeta de visita instándome a seguir la conversación previa cita. Parece que vio inquietud mormona en mi ánimo.

Ser abordado por estos sectarios protestantes con su Biblia siempre a mano es algo muy normal. Son una plaga, pero hay que reconocer que conocen la Biblia del alfa a la omega, mientras que para los católicos españoles sigue siendo un libro desconocido. Hasta el advenimiento de la democracia, y estamos hablando de los años setenta del pasado siglo, la difusión del evangelio era monopolio de Roma y desde la contrarreforma del Concilio de Trento nunca se vio con buenos ojos que aquí predicara nadie que no fuera la clerigalla católica encaramada al púlpito. Uno de los primeros que intentó difundir la Biblia en España en lengua vernácula fue George Borrow. Este estrafalario inglés, hombre práctico y capaz de aprender un idioma en quinde días –sabía más de una docena de idiomas entre los que se pueden incluir el ruso, francés, español… incluso el caló– pasó por España a mediados del siglo XIX difundiendo La Biblia.

Resulta casi inexplicable que pudiera salvar el pellejo habiendo recorrido media España a uña de burro y caballo en aquellos turbulentos años de enconadas guerras civiles (Guerras Carlistas), con los caminos plagados de ladrones (incluidos los dueños de las infames posadas) y asesinos. Un día de primeros de julio de 1837 pasó por nuestra villa (si, por Villadangos) camino de Galicia. Era muy temprano, puede que sobre las siete de la mañana. Venía huyendo León capital donde el clero le quería linchar por vender la Biblia. Si lector, has leído correctamente. La Biblia en lengua vernácula estaba vetada al vulgo. Al clero nunca le pareció recomendable que la grey fuera conocedora de la fuente de su fe, lo ideal es que permaneciera en la superstición y la ignorancia. A supersticiosos e ignorantes siempre se les manipula mejor que a los que se hacen preguntas.

Borrow y su escudero se encontraron con mi tatarabuelo Jacinto Villadangos González y mi tatarabuela Ana Vicenta Vieira González que iban subidos en su borrico a segar en “El Senderico” y a quienes les preguntaron por una fuente para aliviar su sed, porque el sol ya picaba y las moscas estaban muy molestonas después de una horrible tormenta. Mis tatarabuelos les señalaron la “Fuente del Camino Francés”. A esta fuente se le podría sacar buen rendimiento turístico y si de mí dependiera pondría una lápida con esta inscripción: "At this fountain in early July 1837 the English Quixote, George Borrow, and his Sancho, Antonio the Greek, quenched their thirst. They were on their way to Galicia, their mission being to sell Bibles. Our great-grandfathers didn't throw stones at them because it was the wrong time of day and because they were busy harvesting the rye."

Algo para leer…

41.- “La Biblia en España” de George Borrow