lunes, 22 de marzo de 2010

UNA CASA LLENA DE PÁJAROS.


Por paradójico que pueda parecer y salvando las distancias, entre una testa coronada como la del príncipe Don Carlos, hijo de la Reina de Inglaterra, y un plebeyo como quien suscribe, existen algunas coincidencias. Entre ellas no está precisamente el mismo gusto en cuanto a féminas se refiere.

Parece ser que Don Carlos tiene muy, pero que muy, cabreados a algunos arquitectos de copete de “la Pérfida Albión”. Y es que el eterno aspirante a Rey no solo detesta cierto tipo de arquitectura megapretenciosa sino que lo dice, es más, se enfrenta abiertamente a este tipo de arquitectura. Y ahí le alabo el gusto.

Don Carlos tiene querencia por los cultivos sin abonos químicos ni pesticidas. Parece ser que es propietario de varias granjas donde se cultivan y envasan los productos de sus cosechas con las máximas garantías ecológicas. Mira por donde en esta manera de ver la agricultura también coincidimos.

No conforme con estas excentricidades, para eso es inglés y de la realeza, ahora se ha empeñado en construir una pequeña ciudad (Sherford, al suroeste de Inglaterra) cuyas casas sean verdaderos hogares para sus habitantes y no inmundas cajoneras impersonales como muchas de las que ahora habitamos. Estas casas no sólo han de estar habilitadas para que en ellas vivan las personas con comodidad, también han de estar acondicionadas con los agujeros y recovecos necesarios para que aniden los pájaros con facilidad y sin que nadie los moleste. (Esto es lo que opina, y lo cito con palabras textuales, el Príncipe de Gales: “Las golondrinas y los vencejos no pueden anidar en muros metálicos. No pueden hacerlo a menos que haya aleros. Creo que está mal, es inmoral no tener en cuenta otros animales que comparten el planeta con nosotros. Si las golondrinas y vencejos dejan de venir a anidar en los edificios la vida no tiene sentido, así de claro…son cosas que hay que tener en cuenta. Éste es un motivo por el que lucho tanto…a pesar de los insultos que recibo cada vez que abro la boca”

Sobre esta última idea, me refiero a la casa habitable para personas y pájaros, no es precisamente que coincida con él es que es el quien coincide conmigo. Y lo digo porque, sin ánimo de querer ponerme por encima de todo un Príncipe de Gales, ya hace años que me preocupa el hecho de que los pájaros de nuestros pueblos y ciudades les queden cada vez menos agujeros para anidar en nuestras casas. De hecho parece ser que en muchas ciudades de Europa los gorriones han desaparecido.

Hace unos años adquirí en Gavilanes de Órbigo, pueblo cercano a nuestra villa, una vieja vivienda. Digo vivienda por llamarla de alguna forma porque la casa es una ruina que tendrá cerca de doscientos años. Ya se pueden imaginar su hechura. Unas paredes de tierra de tapia de una anchura de medio metro, vigas de madera taladradas por la carcoma, una cubierta de teja árabe con abundantes goteras etc. Mis vecinos me decían, y puede que no les faltara razón, a ver si no había perdido la cabeza con la compra de semejante tapial ¡y a ese precio! Sin embargo, y aparte de otras utilidades que la ruinosa casa me pueda proporcionar, estoy satisfecho viendo a los gorriones (Passer domesticus) y algunas parejas de chillones vencejos (Apus apus) anidar en el alero del tejado. Por el ventano del pajar, que abrí después de estar cerrado durante años a cal y canto, entran ahora a anidar una pareja de las que por aquí conocemos como carboneras, aunque en realidad se trate del Colirrojo Tizón (Phoenicurus ochruros) y varias parejas de golondrinas ( Hirundo rustica), en cuando llega la primavera.

Sin querer emular al heredero de la corona inglesa, proyecto ahora remodelar la vieja casa de labranza respetando la arquitectura tradicional de estos pueblos en lo que se refiere a su estructura externa (el interior es en este caso casi imposible y arquitectónicamente carente de sentido). Dentro de esta rehabilitación tendría que estar presente dejar los espacios adecuados en su fachada para que en ella pudieran vivir y anidar aviones, vencejos, gorriones, vaquerinas, murciélagos etc. A ver si esto lo lee algún arquitecto que desee aportarnos algo de su ingenio (Si no tiene título de arquitectura pero si buenas ideas también serviría). Ya, ya se que una casa con tanto pájaro va ser un estercolero, pero esto es algo que carece de importancia para quien pisó mucha boñiga de vaca (por aquí “muñica”) y le arreó patadas a diestro y siniestro a la bosta de caballo y burro (por aquí “cagajones”). Además la mierda es biodegradable y se quita con agua. Y que quieren que les diga, me hace ilusión pensar que los vencejos y golondrinas que crían bajo mi techo sobrevuelan durante el año lugares que nunca visitaré, como las sabanas de África, y que cada primavera vuelven para alegrarme con su presencia y sus trinos. Bienvenidos los que este año ya han hecho acto de presencia.
Al para leer...
40.- Mi Familia y otros animales de Gerald Durrell

viernes, 5 de marzo de 2010

MIGUEL HERNANDEZ IN MEMORIAN



Hace unos años visité Orihuela. Las excursiones turísticas no suelen dejar una huella profunda en mi endeble memoria, aunque esto tiene la ventaja de que si se reiteran las visitas a lugares ya vistos siempre hay lugar para la sorpresa. De Orihuela recuerdo su hermoso palmeral, un río (creo que es el Segura) con el que no me explico como podían convivir sus habitantes porque era un puro miasma y la casa museo de Miguel Hernández.
Era una tarde bochornosa en pleno estío cuando visité la casa de Miguel Hernández. Dentro hacía fresquito y los visitantes éramos un reducido grupo de cuatro. Dos chavales, creo que estudiantes y para ganar un dinerillo extra en el verano, controlaban la entrada sentados frente a una mesa. En honor a la verdad allí no había mucho que ver. Una casa rural de planta baja y de hechura pobre. Solo quien vibre con los poemas de Miguel Hernández puede sacarle a aquello algo de sustancia.
Al fondo de la casa tiene un patio o corral y allí una higuera; la higuera que Miguel cita en la elegía dedicada a su amigo Ramón Sijé: “Volverás a mi huerto y a mi higuera/ por los altos andamios de las flores/ pajareará tu alma colmenera/ de angelicales ceras y labores” a la orilla de aquella higuera brotaron en mi mente los versos de Miguel, su Elegía, sus Nanas de la Cebolla, sus Vientos del Pueblo. Y también las canciones de Serrat, un gran poeta que canta a otro gran poeta. Cuanto le debemos al cantor catalán los que nos emocionamos con los versos de Miguel.
Uno de los más celebres poemas de Miguel es “El Niño Yuntero” y cada vez que lo recuerdo, lo leo o lo escucho me rememora la foto de José (“Chispa”) posando con su yunta de vacas frente a la casa del difunto tío Luciano (“Pajarón”). José, somos de las últimas generaciones de niños yunteros.
No parecía que las autoridades municipales oriolanas de por entonces pusieran demasiado entusiasmo en el mantenimiento y mejora de la casa museo. Miguel Hernández es un perdedor, un proscrito, un condenado a muerte conmutada luego con cadena perpetua. Se le condena a muerte por escribir y publicar sus versos, por ser “el poeta del pueblo” (eso parece que dice la sentencia). Le condenaron los que gritaban “muera la inteligencia”; porque a pesar de su corta inteligencia tenían el poder y las armas frente a quien sólo tenía el verso como arma. Mataron al hombre pero no a su poesía.
A Miguel no lo mataron en una cuneta como a Lorca, lo mataron de hambre, de piojos, de desatención y de ausencia. Este año, centenario de su nacimiento, se le harán múltiples homenajes. En ellos estarán los que le quieren y los que le odian, estos últimos para hacer el paripé. Algunos hubieran querido borrar su memoria y sus versos pero la poesía “es un arma cargada de futuro”.
Algo para leer…

39.- Cualquiera de los poemas citados de Miguel Hernandez