martes, 23 de junio de 2009

¿SOY CULPABLE DE ALGO?


La Sra. Paca, madre de Dionisio (alias Manjarín), Arsenio, Elías, Pilar y Ángeles, era ya una mujer anciana cuando murió. Alguna de sus hijas me comentó que, a pesar de estar muy enferma, murió en su cama de una forma plácida, mientras a su instancia sus hijos e hijas rezaban el rosario en torno a su lecho. La de la Sra. Paca no fue una mala manera de morir, probablemente no deseaba morir, pero presentía el desenlace y lo aceptó refugiándose en la fe religiosa que practicó toda su vida.
Pero no todas las muertes son tan sosegadas ni aceptadas con plenas facultades. Hay gente que muere entre espantosos dolores, sin la conciencia de ser ella misma desde hace ya mucho tiempo o después de haber vegetado en su lecho durante años con la mente perdida. Mucha de esta gente hubiera deseado morir mucho antes, pero no la dejan debido a prejuicios culturales o religiosos. Ya hay quien jode bastante diciendo como tenemos que vivir y además impone como tenemos que morir.
Un tipo bien aposentado en la pirámide del poder compareció uno de estos dias ante un tribunal de justicia por haber hecho una denuncia contra varios médicos de la sanidad pública basada en acusaciones anónimas que resultaron ser falsas. Se les acusó a los médicos de haber dado matarile a enfermos terminales; lo que eufemísticamente se le llamó “mala praxis médica”. Ahora este atildado y repeinado funcionario público se sienta ante un juez para dar cuenta de la falsa denuncia. Pero ensoberbecido y altanero pregunta como un gallito ¿soy culpable de algo?. Sabe que ningún juez le va a condenar porque no, no es culpable.
No, no es culpable de haber acusado a unos cuantos médicos de mala “praxis”, eso lo hicieron denunciantes anónimos muy preocupados porque se estaban cometiendo “asesinatos” con enfermos terminales. No, no es culpable de haber enjuiciado y acusado falsamente a estos médicos y sanitarios, eso lo hicieron sus propios colegas, celosos de que no cumplieran con el juramento hipocrático. No, no es culpable de la persecución sistemática y personalizada desde los despachos del poder, que el ostenta, sobre los que tienen una ideología y una visión de la vida diferente de la suya. El solo cumplía con un deber funcionarial. No, no es culpable de torpedear una de las mejores sanidades públicas del mundo, con una mayoría de magníficos y competentes profesionales, y que además es gratuita, en beneficio de una sanidad privada cara y poco eficaz. Eso son solo suposiciones. No, no es culpable de que cientos de enfermos terminales mueran rabiaos entre la desesperación y el sufrimiento porque a inoculado el vacilo del miedo en la profesionales de la sanidad y ya nadie se atreve a sedar a un enfermo desesperado por el dolor. El solo cumple las reglas.
Coincidí con ella llenando la barrila en el caño público, tenía entonces ochenta y tres años y me hablaba de la cansera de vivir, aunque aún era autónoma y tenía una salud relativa. Reconocía tener muchos años y casi se disculpaba por haber vivido tanto pero, confesaba “la vida es muy amable”. Ahora tiene más de noventa años y está internada en un aparcadero de ancianos al que llaman residencia. Ya no me conoce, ya no conoce a nadie, ya no se conoce a sí misma. Desparramada en una silla de ruedas, plagada de yagas, transida de dolor y con la mirada perdida ni tan siquiera espera la muerte, porque ya nada espera. Pensando en ella soy yo quien espero que cuando me llegue el momento haya un profesional, a ser posible de la sanidad pública que para eso la pago, que me de el pasaporte de forma indolora. Morir no es fácil y hay muchas formas de morir, pero ni quiero que me condenen a vivir a como un vegetal ni a morir rabiado como un perro. Desde que nacemos siempre hay gente que nos quiere obligar, y a veces lo consigue, a como tenemos que vivir. Ahora viene este repeinado discípulo de Goebbels a obligarnos a como tenemos que morir. Y con todos los respetos le digo que solo me iré a tomar por retambufa si es de mi gusto.



EL ULTIMO DESEO.

No soy especialmente vanidoso,
Ni espero que la impronta de mi marca
Dejará más huella que en la charca
Deja el agua que cae un día lluvioso.

Deseo pasar al último reposo
En la hora señalada por la parca
Con Caronte al remo de su barca
Celebrando un momento fastuoso.

Lo ideal sería embarcar con el cortejo
De una hembra que sea jacarandosa
Fundidos en mortal y estrecho abrazo.

Me llamarán mis fámulos pellejo
Y dirán con envidia maliciosa:
¡Con que gusto ha palmao el cabronazo!


Algo para leer….

30.- Martes con mi viejo profesor de Match Albom. Un libro que debería tener todo el mundo como libro de cabecera para releer de vez en cuando porque nos enseña a disfrutar del diario vivir y aprender a morir.

31.- El queso y los gusanos de Carlo Ginsburg. De lo peligroso que es pensar y aún peor si se hace cuando existen totalitarismos teocráticos.